No puede uno hablar sobre entomología y no mencionar en un momento u otro las agallas, gallarones o cecidias por citar solo unos cuantos nombres. La mayoría de nosotros hemos visto alguna vez una agalla, pero no todos sabemos lo que son en realidad y porque se producen.
Para empezar, hay que definir que es una agalla. Básicamente se trata de una respuesta de la planta al ataque de un organismo, generalmente un insecto (también puede ser un ácaro, nematodo, virus, etc.) que induce a la planta a un crecimiento anormal de sus células, órganos o tejidos formando estructura que proporcionará al organismo inductor cobijo y alimento y a la planta un sistema de defensa.
Las agallas han fascinado al ser humano desde la antigüedad y ya en la época de Hipocrates, Plinio y Teofrasio hay constancia de que eran empleadas en medicina, para tratar diarreas, hemorroides y afecciones bucales. Otros usos que se les ha dado son para la extracción de taninos para la industria del cuero.
Un rasgo característico de los insectos gallícolas es su especificidad frente a la planta y órgano de la misma sobre el que actúan, de esta manera, podemos conocer que insecto causa determinada agalla sin necesidad de verlo.
Un aspecto interesante dentro del mundo de las agallas, consiste en que pueden constituir microhábitats, ya que existe una amplia fauna especializada en parasitar a las larvas de éstas especies gallícolas, otras especies actúan como comensales, alimentándose de los tejidos de la agalla. Pueden a su vez las agallas constituir refugio a otras especies después de haber sido abandonadas por el insecto que las ocasionó.
En la foto una de las agallas más comunes que podemos encontrar en quejigales o melojares, se trata de la producida por Andricus quercustozae, en la otra foto, vemos al insecto adulto emergido de la agalla.
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