Adelfilla


La adelfilla o Bupleurum fruticosum, un arbusto perennifolio que pertenece a la familia de las umbelíferas, familia a la que pertenecen plantas aromáticas conocidas por todos como el hinojo, el anís o el perejil, y otras venenosas como la cicuta.

Esta planta se cría en suelos principalmente calcáreos, prefiriendo zonas ligeramente resguardadas como fondos de barrancos, márgenes de cultivos, etc, sitios en general donde puede obtener algo más de humedad edáfica.

Este arbusto alcanza hasta dos metros de altura y destaca por su floración de color amarillo que es muy notable en verano. Las inflorescencias son umbelas que contienen multitud de diminutas flores que posteriormente se convertirán en frutos de color negro.

Se trata de una especie con muchas posibilidades en xerojardinería por su rusticidad y su valor ornamental, de hecho, ya se cultiva en algunas regiones.

Árboles y palmeras

Imagen del Jardín Botánico de Valencia
Aprendamos a diferenciar los árboles de las palmeras aportando unas nociones básicas sobre su crecimiento que nos ayudará a conocer un poco mejor su biología.
Las diferencias entre un árbol y una palmera son menos evidentes de lo que podrían parecer a simple vista.

Los árboles propiamente dichos, pueden clasificarse en dos grandes grupos, coníferas y frondosas.

Las coníferas pertenecen a las gimnospermas, que son las plantas con semillas verdaderas mas antiguas que existen, evolutivamente hablando, dicha semilla queda desnuda, normalmente protegida por estructuras de la planta denominadas normalmente conos. Por otra parte, las frondosas son plantas dicotiledóneas pertenecientes al grupo de las angiospermas, caracterizadas por tener sus semillas encerradas en un fruto.


Corteza de Fraxinus angustifolia
Tanto las frondosas como las coníferas tienen en común su modo de crecimiento, tanto en altura como en grosor. Dicho crecimiento, se caracteriza muy a grandes rasgos por la presencia de un tronco que se divide en ramas primarias, posteriormente en secundarias, etc. Además, los árboles, presentan una capa de células vivas llamada cambium que se sitúa perimetralmente respecto al tronco y ramas, responsable de su crecimiento en grosor, mediante la formación de madera hacia el interior y de corteza hacia el exterior. Esta capa de células, es la encargada de formar los anillos de crecimiento y de cerrar las heridas o agresiones que pueda sufrir el árbol a lo largo de su vida. Podemos ver en la imagen de al lado la capacidad de regeneración de tejidos para cerrar una herida producida en el tronco de un fresno.

Dentro del grupo de las plantas monocotiledóneas, es decir, aquellas que al germinar muestran un solo cotiledón u hoja, encontramos las palmeras, que se caracterizan por presentar un crecimiento en altura, pero no en grosor. Esto se debe a su sistema de crecimiento, en el que durante sus primeros años de vida, la palmera se dedica a incrementar el grosor de una única yema que es la que al ir creciendo formará el tallo o estípite.

Las palmeras no poseen madera, sus tejidos están formados por multitud de largas fibras donde encontramos de forma dispersa los vasos conductores de savia como se muestra en la imagen a continuación que pertenece a una Washingtonia filifera, en comparación con la madera de olivo. Estas fibras proporcionan a las palmeras una resistencia mecánica extraordinaria. Por el hecho de confiar su crecimiento a una única yema, las palmeras solamente poseen hojas verdes en su parte alta formando un penacho de palmas, y salvo casos excepcionales, no suelen formar ramificaciones en altura.

Estípite de Washingtonia filifera
Madera de olivo







Esfinge colibrí


Este insecto de cuerpo rechoncho que para unos ojos inexpertos pudiera ser confundido con un abejorro, es una inofensiva mariposa de la familia de los esfígidos (Sphingidae), llamada científicamente Macroglossum stellatarum, a mi juicio, uno de los lepidópteros más característicos y fácilmente identificables por todos.

Se trata de una visitante habitual de nuestros jardines, siempre que dispongamos de abundantes flores ricas en néctar, especialmente si éstas son tubulares, donde otros insectos no pueden llegar. Le encanta alimentarse de especies como las lavandas, verbenas, lantanas, etc.

Su característica forma de volar a la hora de alimentarse, quedando suspendida en el aire mientras desenrolla su larga espiritrompa para libar del interior de la flor sus azucarados jugos, le han otorgado el nombre de esfinge colibrí o mariposa colibrí por su semejanza con éstos diminutos pájaros tropicales.

Chicharras


En estas fechas veraniegas, es muy típico escuchar el canto estridente y chirriante de las chicharras o cigarras en cualquiera de nuestras excursiones al monte, como advirtiéndonos del calor que vamos a pasar.

Se consideran chicharras a varias especies de hemípteros (homopteros) de la familia Cicadidae, todas muy parecidas físicamente y con hábitos similares.

Estos insectos tienen una vida muy ajetreada pese a lo que se pueda pensar, todos conocemos la fábula de la cigarra y la hormiga, que al final se moría de frío por pasar todo el verano holgazaneando, pues bien, las fábulas no dicen toda la verdad.

Para empezar, las chicharras tienen que desarrollarse bajo tierra con todas las incomodidades que eso supone, ha de alimentarse picando la sabia de las raíces de diferentes árboles, no es un plato muy suculento que digamos. Luego debe mudar varias veces de piel, siendo la última metamorfosis la más complicada, han de hacerla trepando al tronco de un árbol o a las ramas de un arbusto, quedarse anclados y emerger como adulto de su antiguo exoesqueleto. Ésta etapa es muy crítica, ya que permanecen durante algunos minutos completamente a merced de sus potenciales depredadores, que no son pocos, pájaros, reptiles, otros insectos y arácnidos, pueden ver solucionada su merienda del día.

Por último, estos insectos han de encontrar una pareja, es por ello que emiten ese sonido tan característico. Y no se, paraos a pensar, ¿alguna vez os habéis entretenido a buscarlas? a veces, aun oyéndolas cantar, y teniéndolas localizadas por el sonido, son difíciles de ver, se camuflan a la perfección con las cortezas de los árboles, imaginad lo difícil que deben tenerlo para ligar.

Espero que después de leer estas líneas, podamos todos escuchar y comprender mejor el canto de las chicharras como parte de la banda sonora del bosque mediterráneo, y no como un ruido molesto.

Botánica oculta

Parcelso, el conocido médico, astrólogo y alquimista suizo del siglo XVI nos hablaba de las plantas mágicas. Plantas que recogidas a una hora determinada del día clave, establecido por la posición de los planetas, la luna y los signos del zodiaco. Por ejemplo, la belladona (Atropa belladonna) una de las plantas que más propiedades místicas se le atribuyen, y que formaba parte de la pomada que las brujas utilizaban en sus aquelarres, y que además se le atribuía la capacidad de ahuyentar a las larvas del astral, que se creía que vampirizaban a la persona o personas del entorno, se alojaban en partes del cuerpo y causaban una serie de síntomas como ira, depresión, etc. La belladona había que recogerla bajo la influencia del signo de Escorpio, es decir entre el 22 de octubre y el 21 de noviembre y recogido el día de Saturno a la hora de Venus (Sábado a la quinta hora diurna). Todo esto suena un poco lioso, pero los alquimistas y sanadores Debian ser muy meticulosos a la hora de la recogida de las plantas, ya que pensaban que un error en ese aspecto desencadenaba en el fracaso del tratamiento.

Existían plantas que se utilizaban para ahuyentar la magia negra o el mal de ojo, el acónito (Aconitum napellus) en fumigaciones, mezclada con otras plantas, asimismo, era costumbre en los pueblos y las aldeas plantar un saúco (Sambucus nigra) en la puerta de las casas, así como clavar una flor seca de Carlina acaulis, que por su forma que recuerda a la del sol, protegía la casa y a todos sus moradores.

Es conocido por todos que las plantas han tenido una amplia utilización en brujería, para la fabricación de ungüentos, pócimas, filtros, venenos y ponzoñas. Las brujas se reunían en el bosque para practicas sus aquelarres, rituales para adorar a satanás. La creencia de que eran capaces de volar con sus escobas viene de estos ritos, las mujeres bailaban desnudas alrededor del fuego, poniendo entre sus piernas el palo de la escoba previamente embadurnado con una pócima secreta que se sabe que contenía entre otras plantas las citadas mandrágora y belladona, beleño, o estramonio, todas ellas plantas tóxicas, que eran absorbidas por la piel y las mucosas y les daba sensación de estar volando.

A la mandrágora (Mandragora autumnalis) se le atribuían potentes efectos afrodisiacos, ya que su raíz recuerda al cuerpo de una mujer. También formaba parte de la pomada de las brujas para el aquelarre,se le atribuía la capacidad de hacer fértil a la mujeres estériles y era un potente amuleto.

El muérdago (Viscum album) era otra de las plantas mágicas, solo podía ser recogida utilizando una hoz de oro por los druidas celtas, el día de navidad hacían una ceremonia para la recogida de las bayas de esta planta parásita, se creía que eran capaces de curar cualquier enfermedad cuando todos los demás métodos habían fallado, recogido a la hora propicia, poseía el magnetismo del flujo del árbol, de los astros y de la fe de los que asistían a la ceremonia.

La planta de la mujer por excelencia es la artemisa (Artemisia vulgaris). Relacionada con la fertilidad, era una de las doce plantas de la Rosa Cruz, era además un potente amuleto contra todo tipo de hechizos y sortilegios, especialmente si se recogía el día de San Juan. En la actualidad se utiliza para regular las menstruaciones.

Esta es solo una pequeña representación de las plantas mágicas o místicas que se utilizaban en la antigüedad y que algunas de ellas todavía se utilizan por sus propiedades medicinales.


Fotos: 1 Aconitum napellus; 2 Viscum album