Esto que veis es la cabeza y tórax de un macho de Pseudolucanus barbarossa, una de las especies ibéricas de ciervos volantes. Este ejemplar lo encontré en el Parque Nacional de Cabañeros, en una zona de melojar. Sin duda, este insecto había sido depredado por algún animal más grande que el, presumiblemente algún roedor o algún carnívoro pequeño que se alimentó solamente de abdomen, sin duda la parte más jugosa y nutritiva de este insecto, desechando sus mandíbulas sin apenas aporte calórico. El dato más asombroso de este hallazgo, aunque parezca increíble, es que éste animal todavía seguía vivo, aún se movía, de hecho, intentó morderme cuando lo cogí del suelo.
Esta característica de resistencia se debe al sistema nervioso de los insectos, muy primitivo y muy simple en comparación con el de los vertebrados, de hecho, algunos experimentos bastante macabros por otra parte, como la mayoría de los que se hacen con animales, afirman que una cucaracha puede vivir con la cabeza amputada hasta 6 meses, tiempo que tardará en morir de inanición al no poderse alimentar.
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