Arde la vida

Llega el verano y llegan los incendios forestales. Es muy triste que año tras año se produzcan tantos y tantos incendios que calcinan cientos de hectáreas de nuestros montes acabando con buena parte de la vida animal y vegetal que albergan, y en ocasiones, segando también vidas humanas.

Las causas de los incendios forestales son diversas, pero en demasiadas ocasiones podrían haberse evitado, ya que vienen propiciados por actuaciones humanas, directa o indirectamente. En muchas ocasiones por imprudencias y negligencias como la de tirar la colilla por la ventanilla del coche, muchos incendios comienzan en las cunetas de las carreteras. Acciones como quemar restos de poda sin unas mínimas medidas de seguridad, la quema de márgenes de cultivos, etc. El abandono de basuras en terreno forestal, especialmente si contiene vidrio que puede hacer efecto lupa e iniciar un incendio. A esto hay que añadir que a menudo existe una mala gestión por parte de las administraciones que invierte poco dinero para temas de prevención y a menudo lo invierte mal.

Los incendios intencionados merecerían tema aparte, intereses urbanísticos, económicos, envidias y rencores, enfermedades mentales, etc. ¡CADENA PERPETUA A TODOS LOS PIRÓMANOS!.

El abandono de los usos tradicionales que antiguamente modificaron la estructura del bosque primigenio, y que sin esas intervenciones se genera un desequilibrio en el ecosistema o agrosistema, que se traduce normalmente en un exceso de biomasa que se acumula a una velocidad mayor de la que se degrada y que es material combustible que en caso de incendio será pasto de las llamas rápidamente.

Extinguido el incendio no se acaban todos los problemas, la pérdida de la cubierta vegetal favorece los procesos erosivos ocasionados por las lluvias de otoño que arrastrarán la capa fértil de suelo, especialmente en las zonas más abruptas y escarpadas, ocasionando de esta forma muchas dificultades para la recuperación del bosque, tan sencillo como que al no haber suelo, las plantas no pueden crecer.

El fuego es un proceso natural dentro del bosque mediterráneo, pero siempre y cuando sea natural, insisto, y digo esto porque el fuego es una herramienta muy poderosa que tiene la naturaleza para hacer limpieza y regenerar la vegetación cuando el bosque comienza a estar envejecido y decrépito. De esta forma se reinicia un ciclo que se ha producido a lo largo de millones de años.

Para entender bien el bosque mediterráneo es necesario conocer bien las etapas por las que pasa hasta llegar a su máximo estado de esplendor, el bosque maduro o comunidad climácica o clímax. Estas etapas evolucionan a lo largo de los años, aparecen especies nuevas más exigentes aprovechando las condiciones de suelo que dejaron las anteriores, desaparecen otras que necesitan más luz, etc. Este proceso se conoce como sucesión.

Las plantas mediterráneas suelen estar bien adaptadas al fuego, utilizan principalmente dos estrategias bien contrastadas. En primer lugar, encontramos las plantas pirófitas, cuya estrategia es la de morir en el incendio dejando gran cantidad de semillas que germinarán en la siguiente estación, asegurando así la supervivencia de la especie. En este bloque encontramos especies como los pinos, jaras, aliagas, etc. Por otra parte encontramos las plantas rebrotadoras, que suelen estar presentes en estados mas maduros del bosque. Su estrategia es la de salvarse el propio ejemplar, se trata de especies que les ha costado mucho llegar a donde están y no pueden permitirse el lujo de desaparecer por un incendio. Por esta razón, producen estructuras de protección frente a las llamas como pueden ser cortezas gruesas, o la capacidad de producir numerosos brotes desde el tronco o desde las raíces. En este grupo están representados los robles, encinas, alcornoques, lentiscos, etc.

El método de lucha mas eficaz contra los incendios forestales es la prevención, pero un sistema de prevención bien estudiado caso por caso y favoreciendo la aparición de especies rebrotadoras en lugar de pirófitas, y principalmente romper la continuidad de las masas forestales creando mosaico de ecosistemas, por ejemplo, en lugar de hacer cortafuegos como tal, crear zonas de transición donde las plantas se encuentren separadas entre si, a modo de dehesa, que se pueden aprovechar como pastos y que cortan el avance de un posible incendio.

El bosque mediterráneo es un ciclo, y resetear el sistema cada pocos años, que es lo que se está produciendo habitualmente, conlleva una pérdida considerable de biodiversidad que será muy difícil y muy larga de recuperar.

4 comentarios:

Christian Gilaberte Sánchez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Christian Gilaberte Sánchez dijo...

Muy cierto todo lo que dices, pero lamentablemente parece ser que el gobierno tiene sordera culta crónica, es decir, que no escucha ni papa a la gente que de verdad puede cambiar esto. Ojala inventasen un sonotone para remediarlo...

Un saludo ;)

Jara Garcia dijo...

Pues si chicos, es muy lamentable, y mucho más saber que luego no se invierte ni en la saca de la madera porque no les resulta rentable, o no hay buenos accesos para la saca (principal problema también cuando la zona se quema, que no hay acceso para sofocar el fuego), pero les importa un comino.
¡Señores, que queman las masas forestales para especular con el terreno! ¿Como pueden estos personajes de la política pensar en invertir dinero en la protección de las masas forestales y en las zonas verdes? ¡Si ellos mismos son los causantes en la mayoría de las ocasiones!
¡¡No quiero escribir más que también me quemo!!

UN CAMBIO DE CHIP, POR FAVOR!! SALVEMOS LOS BOSQUES!!

MUCHOS BESOS.(:-)!!

Anónimo dijo...

El problema de los incendios no son los incendios en sí mismos, algo intrínseco al bosque mediterréneo, sinó la alteración de la estructura de los bosques en pos de la rentabilidad económica, con grandes masas de una sola especie, en algunos casos desplazando a las autóctonas, amén de la intencionalidad de los mismos en un 96% de los casos. Todo esto, unido a la necesaria, pero escasa actuación en cuanto a medidas preventivas mediante tareas selvicolas y de vigilancia, hace que cada año se pierdan miles de hectáreas de vida y se gane en desertificación.